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El «notición» no ha dejado a nadie indiferente. El anuncio de la próxima plantación a finales de año de 32.000 árboles ha sido recibido por colectivos ecologistas, ambientalistas y expertos con satisfacción y esperanza. Aumentar de forma significativa la masa arbórea de la ciudad es una necesidad que merece ser celebrada. Nadie lo discute.
Sin embargo afirman que no es suficiente para considerar que Salamanca sea una ciudad verde. Es necesario un proyecto de ciudad ambicioso y coherente para lograrlo. Y creen que el lenguaje con el que se plantea esta nueva intervención induce a error a la ciudadanía. Pueden crearse unas expectativas a corto plazo que no se ajustan a la realidad. Además, a falta de conocer con más detalle el proyecto concreto de las distintas zonas de plantación, son muchas las dudas que surgen sobre el resultado final.
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Juan Manuel Velasco, botánico y autor de numerosos estudios y publicaciones sobre flora, etnobotánica y medio ambiente, se congratula con este plan. «Me parece bien para quitar CO2 del aire y aliviar los calores veraniegos», afirma, consciente de que con el cambio climático sufriremos cada vez más el incremento de las temperaturas estivales.
Pero echa en falta información sobre el mantenimiento posterior de todos esos ejemplares y sobre si se prevé el uso por parte de la ciudadanía del Polvorín de Tejares. Asimismo defiende que si aumenta la superficie arbolada, debe aumentar el número de jardineros porque van a tener mucho trabajo.
Respecto a las intervenciones para hacer de Salamanca una ciudad más verde, se pregunta sobre si se está contando con paisajistas para acometerlas, ya que, a su juicio, se abusa de las plantaciones en hilera (tanto de árboles como de arbustos y herbáceas) sin tener en cuenta si se trata de parques o lugares con espacio para hacerlo de una forma más orgánica y natural. A su juicio, ese tipo de alineaciones solo se deberían emplear en calles en las que no hay vegetación y cuentan con poco sitio para ubicar las plantas.
Sumar árboles siempre es positivo según Barrios por el Clima. Sin embargo, comparte la preocupación por la forma en que se ha comunicado el proyecto, especialmente el uso de términos como «bosque» para referirse a la plantación en el Polvorín. Temen que esta presentación pueda generar falsas expectativas entre los ciudadanos, como el olmo «de gran porte» de la plaza de Poeta Iglesias. La gente esperaba un árbol enorme desde el primer día. Pasarán años hasta que llegue a serlo.
«Dicen que van a plantar 21.755 árboles en el Polvorín y lo comparan con el monte público de La Aldehuela y el Parque de los Jesuitas, con características edafológicas muy distintas». El Polvorín es un monte, con un suelo mucho más pobre. «Lo primero es ver qué árboles admite ese suelo. Forestalmente la única posibilidad que puede albergar con éxito y con autonomía es la dehesa, es decir, encinas, carrascos, algunos quejigos y robles (todos ellos del género quercus)».
En las zonas más cercanas al río si se puede plantar otro tipo de árboles, como los alisos, entre otros, señalan. Para que los quercus prosperen con éxito hay que poner plantones jóvenes. Pasarán bastantes años hasta que Salamanca se vea como un bosque, añaden.
Desde esta plataforma echan de menos conocer el proyecto con todo detalle. Saber cómo se plantean las distintas plantaciones (en rodales o con otro patrón), el mantenimiento y el riego de los espacios en los que se va a intervenir. El tamaño de los ejemplares que se van a plantar y qué garantías se dan para su supervivencia y reposición. «Se anuncia a bombo y platillo, pero faltan datos relevantes», apuntan.
¿Los nuevos árboles convierten a Salamanca en una ciudad verde? Barrios por el Clima afirma que no. Falta mucho por hacer. Para empezar, un proyecto de ciudad más ambicioso. Una profunda intervención en pleno casco urbano, en las calles y plazas. Despavimentar y renaturalizar. Creen que las actuaciones del Life Vía de la Plata y consideran han sido escasas para lo que hace falta. «Bienvenidas las plantas, pero en muchos casos se han disfrazado intervenciones constructivas puras y duras con especies ornamentales», aseguran.
Además, critican otras intervenciones nada verdes: ampliando las superficies asfaltadas y sin integrar en cada proyecto una visión más ambientalista y coherente con la renaturalización y la creación de infraestructura verde.
Recuerdan que también hay que cuidar las zonas verdes y el arbolado existente y garantizar que cada vez que muere un árbol en cualquier barrio sea sustituido. Finalmente, Barrios por el Clima defiende que Salamanca necesita una estrategia más amplia frente al cambio climático que pase no solo por la vegetación, sino por cuidar el suelo, el transporte público y otros muchos aspectos.
Ecologistas en Acción también se alegra de la plantación, pero recuerda que habrá que hacer un seguimiento de la misma para asegurarse de que prospera. Necesitará cuidados, mantenimiento, reposición y gestión. Por ello consideran bueno apostar por especies autóctonas, que necesitan poco riego y diversificar las especies para prevenir las plagas. Además insisten en estudiar el árbol adecuado para cada espacio a fin de prevenir en el futuro fuertes podas que minen su salud y se produzcan tantas bajas como en la actualidad, fruto de una mala planificación y podas demasiado agresivas en muchos casos. También destacan la necesidad de combinar estratos de vegetación y cuidar de herbáceas y arbustos que aumentan la biodiversidad.
Asimismo, hacen hincapié en que es necesario apostar por el arbolado maduro de la ciudad, que da más sombra y fija más CO2. Cada árbol tiene su ciclo de vida y en la ciudad sufren más, reconocen, pero hay que poner el valor su conservación en lugar de pensar solo en plantar.
Para que Salamanca sea una ciudad verde es bueno que el Ayuntamiento apunte su intención de dotarla de un anillo verde, pero consideran irrenunciable que también se doten sus plazas y calles de árboles que den sombra y contribuyan a la lucha contra el cambio climático «con urgencia». También se deben adoptar pequeños pero importantes gestos, como dejar crecer vegetación silvestre en los alcorques.
Renaturalizar solares y descampados, implantar microrreservas de biodiversidad, abandonar el uso de herbicidas y pesticidas químicos de síntesis, colocar pavimentos drenantes y rehabilitar la ribera del Tormes con más especies autóctonas son algunas de las medidas de mejora que proponen.
El Comité Antinuclear y Ecologista de Salamanca también considera positivos los 32.000 árboles. Sin embargo, expresa reservas basadas en planes como el Tormes Plus y el LIFE Vía de la Plata. En ambos casos se prometieron cambios sustanciales pero consideran que han supuesto mejoras limitadas, principalmente en zonas poco pobladas y dejando muchos árboles secos en el camino.
Además, consideran que tampoco han servido para de reducir significativamente el tráfico, la contaminación, el consumo energético y la discriminación social como se planteaba en sus objetivos. Asimismo, critican una falta de participación ciudadana real en la planificación de todos estos proyectos.
En lo que respecta a la zona que se llevará en esta ocasión la mayor parte de la plantación, el Polvorín de la Salud, destacan que se trata de un entorno protegido y que dado que los árboles estarán tan alejados del centro urbano, su impacto en la ciudad no será tan fuerte como si estuvieran dentro de ella.
En cualquier caso, agradecen la plantación de los cerca de 10.000 árboles repartidos por la ciudad y reclaman al Consistorio que sea más exigente con las empresas para asegurar la calidad de las plantas, la adecuación de los alcorques y el cuidado para garantizar la supervivencia de los árboles.
Para conseguir que Salamanca sea una verdadera ciudad verde apuntan que «lo más urgente y barato es aumentar la densidad de árboles y arbustos en la mayoría de los parques. Después, despavimentar avenidas y plazas para plantar más árboles». Pero lamenta que actualmente «no hay una política coherente para lograrlo». Y como ejemplo apuntan a la calle Profesor Sáez, «recién remodelada y ni un solo árbol».
Por su parte, Manuel Álvarez-Claro Albizu, ingeniero técnico agrícola, afirma que la plantación muestra «una apuesta clara por parte del Ayuntamiento» por seguir la tendencia que Europa apoya económicamente de renaturalizar las ciudades. Además piensa que es «la punta del iceberg» porque confía que se va a seguir plantando más.
A pesar de esta contundencia en el buen recibimiento de la noticia, también es reticente a considerar que Salamanca sea ya una ciudad verde o al uso de las los términos «corredor verde» y «anillo verde» para las intervenciones hechas o previstas hasta ahora, porque de momento son «pinceladas» en esa línea. «La asignatura pendiente de Salamanca sigue siendo el río, ya que todavía no existe un corredor real que permita recorrer de una punta a otra las dos márgenes sin interrupción», afirma.
También es pronto para hablar de un «bosque» en el Polvorín, porque si bien se trata de una buena cantidad de árboles el suelo allí «es horrible y con afloramientos rocosos». Los pequeños plantones de dos sabias que previsiblemente se coloquen (es mejor que sean pequeños para que sea más fácil su supervivencia) tardarán años en crecer y será inevitable un porcentaje de pérdidas. Pero si se hace bien y con las reposiciones necesarias, con el tiempo puede llegar a serlo.
En lo que respecta al centro de la ciudad, el ingeniero lamenta que actualmente hay poco espacio para los árboles. Habrá que transformar avenidas, calles y plazas para tener más sitio y de mayor calidad, porque si se plantan en entornos hostiles después nos encontramos que cuando se producen problemas como una dana sufren daños, defiende.
La ciudad sigue teniendo zonas muy duras. Unamuno definía Salamanca como un «bosque de piedras«, y si bien algunas de ellas son especialmente bellas y monumentales, Manuel apunta que «es bonito combinar lo duro con lo más natural» en un proyecto de ciudad coherente y decidido, que piense en el largo plazo. Cambiando incluso el trazado convencional de las calles. Tendría un coste alto, pero el resultado sí sería verde y mejoraría de forma efectiva la calidad de vida de los salmantinos.
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