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En verano para protegerse del calor, en invierno para protegerse del frío y durante todo el año para 'estar a la moda'. La sombrerería Bombín resiste en la calle Franciscas al paso del tiempo después de casi cuatro décadas vistiendo las cabezas de Salamanca. «Empezó mi tío en 1986, venía de tener un bar -también el Bombín- y se lanzó a abrir la sombrerería», comenta Tamara, la sobrina de los fundadores ya jubilados. En los años 80 el sombrero ganó presencia tanto en la moda masculina como femenina -Diana de Gales recuperó ese complemento- y con ese panorama el Bombín encontró su oportunidad.
Negocios de toda la vida
«Los complementos en aquella época funcionaban muy bien, había mucha gente que llevaba gorras, sombrero o boinas castellanas», explica Tamara. En tierras castellanas, más por necesidad que por tendencia, los accesorios para la cabeza comenzaron a tener su público. «En ese momento mi tío vio cómo se empezaba a llevar más y pensó que podía funcionar», añade. Y no se equivocó, al menos en esos primeros años, aunque ahora la evolución es muy diferente.
Las tendencias ahora están al merced de las redes sociales y eso, inevitablemente, afecta a los negocios de moda también en la capital charra. «En función de lo que lleve 'x' influencer es lo que la gente más joven busca», asegura Tamara. Este planteamiento lleva a un consumo mayoritariamente online que afecta de forma significativa al pequeño comercio. «Yo puedo tener un sombrero similar al que ellas promocionan, más barato y de mejor calidad, pero se compra por internet», lamenta.
Aún en un accesorio tan personal como un sombrero, la venta online se impone. «Es algo que te tienes que probar, porque lo que le queda bien a una persona puede que no te quede bien a ti», asegura. En base a los rasgos faciales, colores y formas, Tamara está convencida que «hay un sombrero para cada cabeza, pero tienes que dar con él». Precisamente para que esa tarea sea más simple está ella, abanderada de la baza más importante que tienen los negocios locales. «Yo aconsejo y trato de sugerir lo que mejor le va al cliente porque para mí son lo más importante», añade.
Ese es el lema que ha llevado al Bombín a sobrevivir casi cuarenta años y la filosofía que heredó de sus tíos. «Hay clientes de toda la vida: gente muy mayor que continúa viniendo y gente más joven que viene aconsejada por sus padres», asegura. De generación en generación por la mejor publicidad, el boca a boca. «Viene gente que igual compró un sombrero hace veinte años y, como les salió tan bien, pues quieren repetir», apunta Tamara. Esa confianza con el producto y con la dependienta es lo que hace que sean también una opción para un regalo especial. «Vienen también nietos que quieren tener un detalle con su abuelo y saben que van a acertar», apunta.
Cada vez es menos común encontrar dentro del tejido comercial de una ciudad unas sobrererías. Poco a poco, muchas han ido cerrando y pocas son las que resisten los bandazos. En esa pequeña minoría está Tamara, una segunda generación que tomó las riendas del negocio de sus tíos hace tres años con la ilusión de seguir cumpliendo aniversarios. «Yo elegí continuar y aquí intento dar mi mejor versión», asegura. Con esa idea también trató de ofrecer un aire renovado al catálogo e introdujo algún accesorio más atrevido. «Mi tío tenía corbatas y pajaritas más lisas, yo he metido algo más de fantasía también en sombreros para tener una oferta más amplia», asegura. Un aire fresco a un negocio de toda la vida.
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