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Javier, de Decoración Rachel. En el círculo, el establecimiento. José Manuel García
Negocios de toda la vida

La tienda de pinturas con medio siglo en Salamanca que ve tambalear su futuro

Decoración Rachel ha experimentado desde la pandemia complicaciones que han puesto en riesgo su supervivencia

Laura Linacero

Salamanca

Lunes, 15 de julio 2024, 08:08

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De sobra son conocidos todos los retos a los que se enfrenta el comercio local en Salamanca: falta de relevo generacional, competencias desiguales, alquileres abusivos, cambios en las ordenanzas municipales... Sin embargo, hay otro factor del que no se habla y que también pone en jaque a los comerciantes de la capital: la salud mental. La presión por satisfacer al cliente en una cadena vertiginosa ha hecho que Javier, de Decoración Rachel, se haya planteado bajar la persiana a un negocio con medio siglo de historia. «Llegué a un punto que dije: 'no puedo más'», reconoce.

Sobre sus espaldas, la continuidad de un negocio histórico pero también la cuantiosas trabas y complicaciones que dificultan su supervivencia. Precisamente el vínculo con esta pequeña tienda y su tradición familiar es lo que le ata a continuar en este complicado mundo. «Mi padre empieza en el año 72-73 como empleado en un grupo con presencia en varias ciudades que se dedicaban al papel pintado», explica Javier. Más adelante, con esa experiencia adquirida, monta su propio negocio y comienza a incluir nuevos productos. «Esos años de papel pintado han desaparecido ya», comenta.

Esta segunda generación lleva ya quince años trabajando en el sector y reconoce que, en los últimos cuatro años, la cuesta se ha ido empinando cada vez más. «Desde la pandemia se ha complicado todo más y aunque libré y no me hundió, no sé cuánto podré aguantar», apunta. Y es que a pesar de que, como reconoce Javier, económicamente es un negocio solvente, psicológicamente no compensa. «Afortunadamente tengo el apoyo de mi familia porque sino, no habría aguantado» confiesa. Parte de ese estrés está generado por imprevistos que no dependen de él pero que, inevitablemente, afectan al cliente y por tanto, a su tranquilidad.

«La presión me hizo plantearme el cierre»

«Aunque tengamos petición, no tenemos servicio: o llega mal o tarda en llegar, y al final quien da la cara soy yo», añade Javier. La insatisfacción del cliente es lo que más le angustia de cara a continuar. «Siempre hemos tenido un lema: atender de tal forma que el cliente repita», asegura. Decepcionar ese mensaje que le inculcó su padre ya fallecido es una de las razones que hace aumentar ese hartazgo. «Sé que hay cosas que no dependen de mí, pero los problemas en la logística, el reparto y los pedidos afectan al cliente y esa presión me hizo plantearme el cierre», añade.

Tal es así que reconoce que hace un año -incluso le pone día a ese recuerdo-, el 25 de febrero, se planteó cerrar. «Estoy aguantando porque es un negocio de toda la vida, pero el futuro me da miedo», apunta. El mayor temor de ese porvenir es que las trabas se sigan sumando. «Yo afortunadamente no tengo que pagar un alquiler, pero el autónomo entre impuestos y gastos lo tenemos muy complicado», se lamenta. Sobre todo en los meses de invierno cuando este sector se resiente más.

El furor por la decoración

En un mundo dirigido por las redes sociales y cientos de post donde inevitablemente se compara las estancias de revista con los espacios particulares, las ganas de estar a la altura se hacen notables. Javier también lo ha notado en los últimos años cómo las modas arrastran las ventas. «Parece que todo el mundo se pone de acuerdo para pedir una cosa, todos quieren lo mismo», comenta. Esa lluvia de pedidos de un mismo producto hace que, en cosas más específica, el stock se acabe y los tiempos de espera se alarguen.

«Ahora la gente se ha vuelto loca con el vinilo», asegura Javier. Las alfombras y lo suelos son otros dos trabajos que, últimamente, llevan más tiempo del habitual. «Antes llamabas en cualquier época del año y había, ahora si lo quieres te toca esperar», sentencia.

Falta mano de obra

«Cada vez tenemos menos profesionales en Salamanca que sepan realizar trabajos manuales». Así de contundente se muestra Javier con la mano de obra en la capital. «Hay pocos que sepan poner bien un suelo, nos estamos quedando sin esa mano de obra tan importante en este sector», apunta. Esa escasez convierte el día a día de negocios como el de Decoración Rachel en jornadas «terroríficas» donde las circunstancias internas y externas de este sector ponen en jaque la continuidad de este tipo de locales.

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