Aldeatejada se consuela una semana después de las devastadoras inundaciones: «Peor es la guerra»
El municipio salmantino trata de recuperar la normalidad siete días después de que las riadas arrasaran carreteras y anegaran viviendas
Siete días no han sido capaces de recuperar lo que se perdió en dos horas. Las inundaciones que el pasado domingo arrasaron el municipio salmantino de Aldeatejada aún se hacen notar en sus calles, aunque poco a poco vence la normalidad a ese desastre natural que los garduños recordarán de por vida. Las calles convertidas en ríos y los gritos de auxilio por salvar las pertenencias más queridas resonarán en la memoria de los vecinos de esta localidad que tras una semana, tratan de recuperar la calma. Las carreteras vuelven a ser transitables, el caudal del río se reduce a niveles normales y los objetos arrastrados por la corriente del agua han regresado ya a su lugar.
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Lo que quizás no ha vuelto tan rápido ha sido el ánimo en este municipio. Después de ver como el agua superaba en más de un metro el nivel del suelo, las viviendas quedaban anegadas y muchos recuerdos echados a perder, la incertidumbre de si las propiedades que con tanto esfuerzo fueron levantadas podrán volver a recuperarse se enfrentan a la esperanza por que así sea. Ese alivio que mantienen algunos vecinos que, como Teyo, sufrieron la peor parte de las riadas. «Ha sido un desastre, nunca había visto inundaciones así», comenta mientras acude a la huerta que fue arrasada por las lluvias torrenciales.
Ataviado con sus botas de agua y una carretilla donde lleva la comida para alimentar a «los gatillos» que tiene que pudieron salvarse subidos a un nogal centenario que posee, se dirige a lo que él mismo llama «su refugio». Un refugio destrozado que ahora, «toca levantar otra vez». Por eso, acude junto con su familia todos los días a limpiarla y tratar de devolverla la vida que tenía antes. Cien frutales plantados, -muchos de ellos convertidos en ramas-, que buscan ser recuperados poco a poco. «Ayer plantamos quince entre cinco de la familia. La huerta era para nosotros una atracción y ahora hay que trabajar para que vuelva a serlo».
Temor por que ocurra de nuevo
Con la mirada puesta en las meriendas de verano, el ánimo por continuar construyendo recuerdos le motiva tras el desastre y se consuela con las desgracias que rodean al mundo. «Hay cosas más gordas que estas. Cuando ocurre una fatalidad así miro para atrás, pienso en Ucrania o en países en guerra y me digo: eso es peor», así se consuela Teyo. Esa es la ilusión que le mantiene activo, aunque los últimos acontecimientos han mermado también su ánimo. «He dicho que ya no planto más. Antes tenía tomates, lechugas, patatas pero este año me despido. Visto lo visto, no merece la pena», lamenta.
No obstante, aunque se agarra a la esperanza, reclama que hay que dar soluciones: «hay que limpiar el regato porque la suciedad es lo que ha provocado esto, la culpa es de la Confederación», sentencia. Unos hechos catastróficos que teme que si no se toman medidas, se vuelvan a producir porque «ahora llueve menos, pero cuando llueve puede pasar esto». Con una pala en la mano y oteando su bien más preciado que «nada tiene que ver con lo que era», coloca la casa de sus gatillos previamente limpiada y suspira con la promesa de devolver 'La huerta de Teyo' la vitalidad arrasada.
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