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Un charro cuando piensa en Almería se imagina sol, playa y descanso. Un paraíso en el otro extremo de la península, al que ir de vacaciones, alejándose del 'mucho frío' o 'mucho calor' de Salamanca. ¿Y al revés? ¿Qué pensarán los almerienses de Salamanca? Irene, José Miguel y su pequeño de tan solo once años, Ángel, no lo llegaron ni a imaginar. En un giro de 180 ºC dejaron sus vidas, con la intención de «crear algo nuevo» y llegaron a Villares de Yeltes, un pueblo salmantino de solo 94 personas. Aquí encontraron casi de inmediato la oportunidad que en la gran ciudad es tan difícil de conseguir.
Hay aspectos positivos, también negativos. La necesidad de buscar un porvenir lejos del lugar que no consigue dártelo, supone dejar atrás a la familia y a los amigos. «Es dejarlo todo atrás. También el niño. Empezar una vida nueva y personas nuevas. Aunque estemos en el mismo país, nuestro cambio ha sido muy grande y todavía nos estamos adaptando», confiesa José Miguel, quien reconoce que al llegar en verano el 'golpe' dolió menos. Entre fiestas, calor, poner en marcha el negocio y conseguir un piso, los días pasaron volando. Ahora, la vuelta a la rutina contempla despoblación, frío y soledad.
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A pesar de ello, la decisión está tomada y no se arrepienten: «Nos sentimos tranquilos. Miramos por nosotros, pero sobre todo, por el futuro de nuestro hijo. Sacamos muchos enfoques positivos. Mi hijo, al ser menos en clase, tiene una atención más personal. Además, nosotros podemos llevar nuestro propio trabajo, con nuestros propios horarios y responsabilidades. Teníamos contratos temporales, estrés, agobio... Llegó un momento en el que pensamos que no nos compensaba el nivel de estrés que teníamos y dijimos, '¿por qué no?'».
Ese salto a la piscina, ¿ha hecho desaparecer el estrés? «Sí, en cierta manera sí. Es cierto que hemos tenido días de mucho movimiento, pero han sido días de motivación», responden.
Villares de Yeltes y su gente. «Aquí la gente es cordial y siempre te prestan una ayuda. El otro día, por ejemplo, en Ciperez -pueblo de residencia- se nos rompió el horno y le faltó tiempo para venir a ponernos otro. Nuestra estancia ha sido genial por como se nos ha acogido, tanto por Proyecto Arraigo, como el alcalde de la localidad, como los vecinos, que nos dan consejos y nos apoyan en el emprendimiento. Este pueblo nos aporta sustento personal. También porque me aporta tranquilidad para poder hacer mi vida que es lo que buscábamos principalmente».
José Miguel e Irene primero llegaron a Villavieja y fue allí donde el alcalde de la localidad de Villares de Yeltes, Manuel José Hernández Calzada, les propuso abrir el salón de bailes del Ayuntamiento como un nuevo bar y restaurante. «Hemos querido ambientarlo para todo el mundo del pueblo, en el sentido más familiar posible. Bar y restaurante -menú del día, parrilladas o arroces, entre las especialidades-. También ofrecemos comida para llevar», señalan.
Un apunte, apenas una hora en el lugar y te hacen sentir como en casa.
¿Se han alcanzado las expectativas generadas? «Se han alcanzado, pero quisiéramos agregar otras y darle valor a ciertos cambios que hemos sido capaces de llevar a cabo. No quiero centrarme en lo que le falta a este lugar, sino en hacer cambios para estar mejor. Es como en todo, no debes esperar a que el resto cambie, sino que el que debe cambiar las cosas eres tú mismo», reflexionan.
Proyecto Arraigo los trajo hasta la provincia de Salamanca, una iniciativa que lucha contra la despoblación en el medio rural, un «puente entre el mundo rural y las personas que viven en entornos urbanos y quieren realizar un cambio de vida».
¿Qué opinión tienen de la despoblación? «Es una pena. Son lugares con encanto y con gente muy buena. Entiendo que faltan cuestiones básicas como una farmacia, un supermercado... Creemos que la gente debería acercarse a este tipo de municipios con el pensamiento de que se pueden hacer cosas mejores, no solo para tí mismo, sino para otros, incluso un pequeño pueblo. A nosotros nos ha incentivado. Que vengan y que evalúen la situación. No es un proceso fácil, pero te da opción a reinventarte, a montar una cafetería, una pastelería, negocios relacionados con el turismo o algo con lo que acompañar», apuntan.
El Proyecto Arraigo ha finalizado este mes de septiembre su proceso, programado para siete meses, con 21 nuevos habitantes y una familia que se incorporará en los próximos días. Unos datos que muestran que el objetivo se cumple y no solo eso, se supera, suponiendo un punto y aparte al proyecto en palabras de Javier Corredera, técnico del Proyecto en Salamanca.
«Este proyecto acaba técnicamente, pero es un punto y aparte, porque seguimos acompañando a las familias que precisan ciertas necesidadeso información. Estamos para ellos. La segunda razón por la que es un punto y seguido es porque ya tenemos ciertos pueblos en los que estamos agrupando un nuevo proyecto. Además, en los pueblos en los que ya hemos trabajado, se retomará el proyecto con otra línea de subvenciones», explica Javier.
A nivel personal, ¿qué supone trabajar dentro de un proyecto que ofrece segundas oportunidades y evita la despoblación en Salamanca? «En general, al igual que todos mis compañeros -la mayoría mujeres- ha supuesto un 'poder' contra la decadencia que tenemos en los pueblos de la mancomunidad. A nivel personal sentí que era mi ocasión de poner en marcha todo lo que quería hacer, creía que era para mi. La satisfacción cada vez que se consigue traer una familia es plena. He encontrado qué hacer y qué aportar en esta etapa de mi vida», contesta.
Sobre la despoblación: «Supone ver cómo se pierden los servicios que la gente siempre protesta que se pierden. Es cierto que está en manos de las administraciones, pero todos tenemos que poner nuestro granito de arena. Hay que comprar en el mismo sitio donde se vive, hay que tratar de empadronarse en el pueblo, si vives a caballo entre la ciudad y el pueblo... ese trabajo también está por hacer. Hay que hacer creer y transmitir confianza para que este Proyecto sea admitido, además de las nuevas familias que vienen. Este Proyecto supone dar confianza».
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