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El fin de las terrazas supone decir adiós a las mesas altas y las extensiones en los aparcamientos, y quizá un hola a la accesibilidad. La autorización que permitió en su día a los bares y a restaurantes ampliar la superficie por la situación excepcional de pandemia, trajo consigo un recorte de derechos que hoy algunos sectores vuelven a recuperar. Es el caso de las personas con movilidad reducida que necesitan una silla de ruedas para poder desplazarse y que vieron en ese 'favor' un recorte a su libertad. «Luchar contra las barreras arquitectónicas ya es duro de por sí entre bordillos, escaleras y aceras estrechas, eso ha sido un trastorno a mayores», comenta Enrique Rodríguez, delegado de la Asociación de personas con lesión medular y otras discapacidades físicas (ASPAYM) en Salamanca.
El día a día ya es un sinfín de impedimentos. Una vida cotidiana en la que la accesibilidad no parecía tener cavidad y que la pandemia se ha forzado en instaurar. Durante dos años y medio, algunas calles se han visto invadidas por mesas y sillas, que dificultaban el paso de quien, como Enrique, se desplaza en una silla de ruedas. «Vas dando un paseo, o a hacer un recado y nos costaba el doble», apunta. Su travesía se convertía en una carrera de permisos y perdones para poder llegar a su destino. «Nos provoca situaciones incómodas porque tienes que ir pidiendo cada pocos metros que, por favor, te dejen pasar», apunta.
Una rutina que, al final, mina su esfuerzo por intentar derribar tabúes. «Te hunde un poco más porque a la dificultad que tenemos para desplazarnos de normal, de un día para otro se unió esto también», añade. Y es que no siempre se tiene en cuenta que, esa accesibilidad que se demanda, es un derecho. «Me he encontrado más de una vez aceras ocupadas y que al intentar pedir el paso o no te vean o no te escuchen, y tener que insistir varias veces», explica Enrique Rodríguez.
Con la vista puesta en el final de esta licencia, Enrique visualiza la posibilidad de «convivir todos en un espacio». En su momento, la situación de la pandemia forzó a tomar una decisión para tratar de salvar la hostelería debido a las restricciones de aforo, sin embargo, condenó también a algunos sectores de la sociedad. «Yo entiendo que ellos quisieran ampliar las terrazas, es normal, pero lo suyo sería haber mirado la accesibilidad», insiste.
Una medida que perturbó en su día el movimiento de personas en sillas de ruedas. La misma problemática se encontraron las personas invidentes que, al situar las mesas altas pegadas a la pared, perdieron la referencia de la línea horizontal de la fachada. Una limitación de movilidad en los espacios públicos que afianza la idea de que, como recoge Enrique, «derecho a estar en la calle tenemos todos».
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