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Entonces se iban a buscar los huevos con una cesta de finca en finca. Entonces, se vendían en la Plaza Mayor. Entonces el Mercado Central, el más antiguo de Salamanca, aún no estaba en funcionamiento -y tiene más de cien años de historia-. Entonces, era el bisabuelo de María Jesús quien iniciaba una huevería que, sin saberlo, pasaría por cuatro generaciones. Ahora es ella quien está detrás del mostrador y regenta la huevería más veterana del mercado de abastos por excelencia de la capital. En la parte de abajo -cada vez más desierta-, la también pollería 'Jesús Rivas' encuentra su espacio.
«Empezó siendo solo huevería y luego empezó a incluirse la pollería», comenta María Jesús, que renunció a otra salida profesional por continuar con ese legado. «Escogí esto, tengo mis estudios pero decidí quedarme aquí», asegura orgullosa. En un momento en que los anuncios de cierres en el comercio local son más habituales que las aperturas, apostar por un negocio tradicional resulta un acto de valentía. «No somos conscientes de lo importante que es», explica.
Negocios de toda la vida
Así de contundente resume lo que implica consumir en los negocios de proximidad frente a los grandes supermercados. Aún más, cuando de alimentación se trata. «Yo entiendo que algunas cosas se compren en grandes superficies pero hay cosas que son más específicas, el tratamiento del producto es importante», asegura. La pollería Jesús Rivas están especializados en productos avícolas y además cuentan con productos gourmet como crestas, confit de pato, codorniz o perdiz escabechada.
Además de la calidad del producto, lo que realmente marca la diferencia es el trato con los clientes. «La gente me cuenta historias de mi abuelo y ahora dicen que cojo el testigo de mi madre», explica orgullosa. Muchos de estos asiduos llevan años comprando en la pollería Jesús Rivas porque saben cómo va a ser la atención. «Nosotros recogemos los encargos de todo lo que nos piden, deshuesamos o hacemos el relleno», asegura.
Hace años, estas facilidades no se encontraban. Las piezas se vendían enteras y era en las casas donde, particularmente, se realizaban todas las tareas de despiece y deshuesado. «Mi abuelo iba a buscar los pavos en Navidades y se vendían en la Plaza vivos», contextualiza. Nada tiene que ver esa estampa con lo que se conoce ahora. «Ahora se da un servicio diferente en función de lo que pida el cliente», explica.
No sólo ha cambiado la forma de vender las piezas sino que también el cliente ha cambiado al forma de comprar. Ya no se tiene la Plaza Mayor de Salamanca como referencia en lo que a consumo de alimentos se refiere, y el Mercado Central, a pesar de tener de todo en sus más de cincuenta puestos, ha perdido afluencia con el paso de los años. «Ahora hay en todos los sitios de todo y antes no lo había, es diferente pero sigue funcionando», asegura.
Queda justo un mes para celebrar el día de Navidad y ya hay muchos clientes que se adelantan para tratar de esquivar la subida de precios. La pollería Jesús Rivera ya ha notado esta estrategia entre los clientes aunque aseguran que es absurdo. «Nosotros no subimos los precios de cara a los días de Navidad, se van a mantener», asegura. Sin embargo, el miedo al encarecimiento hace que «la gente lo esté comprando ya aunque lo tenga que congelar», apunta María Jesús.
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