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Antonio junto con la figura de una moto que él mismo hizo. En el círculo, la entrada al taller. José Manuel García
Negocios de toda la vida

El mecánico aún en activo más antiguo de Salamanca que «se atrevía» con el motor de las Vespa

El taller A.Araujo en el Barrio del Oeste es uno de los negocios más longevos de la capital con casi medio siglo sobre sus espalda

Laura Linacero

Salamanca

Lunes, 8 de abril 2024, 08:11

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Ayudar a empujar la Vespa del frutero desde el Barrio Garrido hasta un taller cercano a la Alamedilla es lo que le metió en este mundo. No había cumplido todavía los catorce años cuando ese incidente se cruzó en su camino, pero determinó una vida que ahora, con 72 años, aún continúa. A Antonio desde pequeño le habían gustado las motos y al llegar a ese taller con una a empujones se le abrió una puerta para hacer de su hobbie su profesión. «El mecánico de ese taller me dijo que cuando cumpliera los catorce años fuera allí, y eso hice», explica.

El primer trabajo en el taller que le inició en este mundillo fue quitando chatarra, sin embargo, es un recuerdo que señala con cariño y que le llevó a estar donde está ahora. Una vida marcada por las motos y sólo interrumpida por el año que estuvo en la mili. A su regreso, montó el taller A. Araujo que es casi una institución en el Barrio del Oeste. Una zona que le ha visto crecer pero que también le ha convertido en testigo de su propia evolución. «He visto edificios construirse y generaciones crecer», apunta.

E igual que ha visto madurar un punto clave de Salamanca, también ha conocido cómo ha cambiado el mundo del motor. Una realidad que, inevitablemente, se ha notado en la evolución del negocio. «Ahora hay más coches que motos y se averían menos», asegura. De hecho, la mayor parte de su trabajo se centra en revisiones más que en solucionar averías tal y como él mismo asegura. «Ahora las motos grandes hacen revisiones: cambios de cubierta, cadena y el motor se toca muy poco», añade.

«Nadie se atrevía a tocar una Vespa»

Todo lo contrario a lo que sucedía antes donde, de hecho, los problemas en el motor eran mucho más comunes y esa especialización es lo que le llevó a convertirse en una referencia en el sector de Salamanca, sobre todo, en las motos clásicas. «Recuerdo unos amigos de Zaragoza que fueron a Portugal y a la vuelta pararon porque una de las Vespa se averió», comenta. Esta anécdota resume de alguna manera su trabajo durante casi cincuenta años y es que, en ese momento, «nadie se atrevía a tocar una Vespa».

La profesionalidad de Antonio no sólo hizo que esos maños pudieran regresar a su hogar en tiempo récord -«no se creían que la hubiera arreglado en media mañana», añade- sino que además ha permitido a muchos salmantinos y visitantes a continuar haciendo camino. Uno de ellos, Pablo Unamuno. «También fue una Vespa», apunta.

Las reliquias de una reliquia

El taller en sí es casi una reliquia en el Barrio del Oeste al ser uno de los negocios más longevos. Como también lo es la moto que Antonio hizo a mano y que, a modo decorativo, lleva viendo pasar motos por el taller durante varias décadas. Hecha con hierro, alambres, tuercas viejas y argollas se ha convertido en una parte del negocio que, aunque como adorno, sentimentalmente significa mucho más. Igual que las decenas de herramientas que acumula en el cajón «por no tirarlas» que en realidad tienen un significado mucho mayor. «Algunas herramientas de ahora no existían entonces y cuando se necesitaban había que hacerlas a mano», comenta orgulloso.

Igual de mítico que el negocio es el cartel que ven los clientes al entrar y que llevan leyendo desde hace casi cincuenta años. «Antes de encargar sus reparaciones piense que los pagos son al contado», aunque «no se hace mucho caso al cartel», ríe Antonio. O los cascos antiguos que conserva que poco tienen que ver con los de ahora. «Eran mucho más grandes y pesaban un montón», recuerda. Aunque todo ha cambiado, todo sigue igual. Antonio, junto con su hijo, sigue al frente del taller que un día se puso a andar y la esencia del negocio se mantiene intacta después de tantos años.

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