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Ni siquiera se alcanza a poner nombre en la saga familiar de Calzados Antonio a la primera generación, pero es muchos 'tatarabuelos' atrás. Este año, esta cadena de zapateros cumple 160 años y se consolida como uno de los negocios más longevos de la capital. La mayoría de los que puedan leer estas líneas tendrán en mete el mítico rótulo de 'Antonio' en la plaza Poeta Iglesias. Los han visto toda la vida -desde 1953- y parece que fuese eterno, aunque en realidad, ha pasado por muchos nombres hasta lograr estos setenta años de permanencia.
«Creo que nos conoce todo el mundo», comenta Isabel, la mujer de la sexta generación que también ha sostenido este negocio centenario. Y no se equivoca, efectivamente será difícil encontrar a un salmantino que no haya parado a mirar por los ventanales del escaparate. Sin embargo, hasta llegar a asentarse en esa céntrica ubicación, la vinculación familiar con la fabricación de calzados -con decenas de nombres anteriores antes de consolidarse el que hoy día se mantiene- se remonta al siglo XIX.
Esa primera generación comenzó en el año 1865 su trayectoria como zapatero que marcaría la senda de todas las generaciones posteriores. A ellos se les concedió el título de proveedor de zapatos de la Casa Real. «Hacía el calzado a medida para los Reyes de aquella época», comenta Isabel. Ese fue el título profesional que adquirió la primera generación aunque sería la tercera generación quien obtuvo un apodo popular que sí trascendería a lo largo de los años: Antonio Lorenzo 'El Gallo'. «Era el primero que se levantaba en Salamanca para abrir su negocio», explica Isabel.
Hasta el Calzados Antonio que conocemos en la actualidad, han pasado muchas personas y muchos nombres. El primer establecimiento de la saga, 'La bota de Oro' en la calle San Pablo dio paso a innumerables comercios más en la capital relacionados con el calzado y ubicados en distintas localizaciones: 'Zapatería El Gallo', 'Calzados Eureka', 'Calzados Madrid', 'Les Petits Suisses' -en la plaza Poeta Iglesias' que más tarde pasaría a ser 'Calzados Felisa' hasta pasar a la posteridad como 'Calzados Antonio'. Seguirá escribiendo de esta centenaria saga pero ya no en esta céntrica plaza, sino en la plaza de la Libertad. «Siempre ha habido un Antonio detrás hasta ahora, que hay una Carmen», comenta orgullosa Isabel.
La madre presenta a su hija como una mujer valiente: «La primera mujer de la familia Calzados Antonio», comenta orgullosa. Carmen lleva toda la vida viendo a sus padres en el negocio y parece que después de haber sobrevivido a siete generaciones, fuera algo genético. Aunque quizás lo es: genética, talento y trabajo. «Mientras estudiaba la carrera, ayudaba a mis padres con la tienda y al final, me acabó gustando más eso que lo que estaba estudiando», explicó. De eso ha pasado ya una década y no solo no se arrepiente sino que encara esta nueva etapa de Calzados Antonio con ilusión.
«Se siente un poco de presión al ser la primera mujer, pero venimos con la idea de dar una visión más juvenil para que la gente joven no compre tanto por internet y vuelva a las tiendas pequeñas a comprar», explica. Un reto que ahora asume en la plaza de la Libertad, lo que será la ubicación definitiva de Calzados Antonio. Eso sí, aunque cambie de localización, el rótulo histórico de la plaza de Poeta Iglesias se va directo al interior del nuevo local. «Ese tenía que estar sí o sí», explica.
Y es que es un letrero que guarda muchos años de historia y que dará suerte a la que aún está por escribir.
Desde 1929 en la plaza del Poeta Iglesias. 96 años en esta ubicación y toca despedirse de la que ha sido su plaza porque sí, para muchos era «donde está Calzados Antonio». Un adiós necesario pero no definitivo, al revés, es la bienvenida de una nueva era. «El problema del local en Poeta Iglesias es que al quitar las paradas de taxis y autobuses y al poner la zona peatonal se notó un bajón muy importante», comenta Carmen. Además, su madre Isabel que continúa en esa ubicación con la liquidación apunta que «el local está muy deteriorado, sería necesario una reforma integral de todo el espacio y por la renta que pagamos aquí, no merece la pena seguir», asegura.
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