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Emigrar para buscarse la vida y regresar para construir una vida. Esos serían -muy a grandes rasgos- los cimientos del Bar Lyon, el establecimiento ubicado en el barrio del Oeste y con más de cuarenta años de historia. Chori y Beni, los fundadores, regresaron de Francia en 1982 para levantar lo que, a día de hoy, es uno de los bares más conocidos de la capital. «Mis padres quisieron volver porque si hacíamos vida allí era más complicado regresar a Salamanca», recuerda José, uno de los hijos que regenta actualmente el negocio.
Bares con historia
Tenía entonces catorce años y, después de haberse criado en Lyon -de ahí el nombre del bar-, de adolescente y sabiendo francés se asentó en la capital charra. Una decisión tomada por sus padres que, veinte años atrás, hicieron el movimiento inverso. Chori nació en Linares de Riofrío y la penuria del momento le llevó a emigrar a Francia donde conoció a la que sería su mujer, Beni, natural de Navasfrías. Sin embargo, sus raíces les empujaban a volver y el deseo de criar aquí a sus hijos les animó a emprender el negocio entre la calle Isidro Segovia y la avenida de Italia.
«Cuando acabamos de estudiar empezamos a trabajar aquí», explica José. Un negocio familiar que vivió su peor momento hace dos años, cuando El Chori fallecía a los 84 años. El duro golpe que supuso la pérdida del alma de Lyon, no sólo para el entorno más cercano, sino también para los clientes que no se hacían a la idea de entrar y que no estuviera merodeando por la barra. Aunque sigue presente, además de en el cuadro que adorna una de las paredes, en las anécdotas del bar.
Todo bar que se precie tiene entre su catálogo de pinchos, uno que conquista paladares. En el caso del bar Lyon, en realidad es más de uno. Sin embargo, es el de tortilla de patata el que se lleva la mayor fama. «Hay días que hacemos hasta nueve tortillas», cuenta José. La jeta, el cocido o la chanfaina completan los primeros puestos de esa lista de pinchos que, aún manteniendo lo tradicional, también se han ido renovando.
Y como los pinchos, también se ha actualizado el propio bar. Cualquiera diría al entrar que tiene cuatro décadas, y es que después de una ampliación en el año 90 y una reforma del local hace siete años, el aspecto está totalmente modernizado. «Eso nos ha llevado a que entre clientela nueva», apunta. Un bar de barrio que mantiene la esencia de lo tradicional y el ambiente familiar con un estilo fresco e innovador.
Cuando se conocieron eran unos chavales que se reunían a ensayar en el Lyon con la mítica tortilla y una caña. Ahora, ya no son estudiantes pero sigue siendo un grupo de amigos que, con el mismo entusiasmo, se reencuentran una vez al año para recordar viejos tiempos. «Todos los años, el 1 de abril, la tuna de Salamanca celebran su aniversario y se reúne en el Lyon», comenta.
Una tradición que les une durante al menos unas horas y que, con la capa puesta, parece que los años no han pasado por ellos. «Hacen aquí una fiesta espectacular porque es donde empezó todo», añade José. Una amistad afianzada en un bar en el que, entre sus cuatro paredes y a pesar de una reforma, nada ha cambiado.
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