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La noticia se la da este periódico. Unos días después de que se conocieran los nuevos establecimientos con 'Solete con Solera' de Repsol, visitamos El Bardo para conocer su historia de más de cuatro décadas. José, más conocido como Morgan, nos recibe en el restaurante situado en la calle Compañía de Salamanca y se sorprende al conocer este reconocimiento de la guía gastronómica. «Yo de eso no me entero, nosotros vamos a lo nuestro», comenta uno de los socios de este local que comenzó como cooperativa. Y precisamente, el ir a lo suyo cosechando un boca-boca fructífero vale más que ningún premio.
El Bardo nace de una reunión de socios que deciden montar un negocio «para mal vivir» -como explican en su página web- en forma de cooperativa. «Sin jefes pero con un gran espíritu de superación y compañerismo». Así, en el año 1981 se abren las puertas de este peculiar restaurante que se ha ganado no sólo el reconocimiento de una guía culinaria de referencia, sino de los visitantes y vecinos de Salamanca. «En los años 80 lo de formar una cooperativa era más común que ahora», justifica Morgan.
Bares con historia
De esos años, como el mismo recuerda, quedan pocas en pie. «La verdad es que seguimos pocos porque es difícil, son muchas opiniones pero nos hemos ido aguantando y aquí seguimos», explica orgulloso. No sólo la mano izquierda entre socios ha hecho que El Bardo sume años, la oferta gastronómica ha definido el éxito de este restaurante. «Intentamos mantener la calidad-precio y servir la tradición de siempre», apunta. Los callos, la oreja, la molleja o la manta de cerdo asado tienen mucha culpa de que ahora luzcan un 'Solete con Solera', que premia la comida tradicional y celebra las recetas de toda la vida.
Sin embargo, más allá de cualquier premio, el verdadero reconocimiento está en quien repite, en quien sale de la Universidad y va a tomar allí el café, en quien para de casualidad y luego lo recomienda. «Ahora lo que se lleva son las redes sociales, pero yo siempre he sido partidario del boca-boca, nosotros trabajamos así», explica.
Confianza en el día a día y también en las ocasiones especiales. Tal es así, que El Bardo ya lo tiene todo prácticamente lleno de cara a las cenas y comidas de Navidad que cada vez empiezan antes. «Acabo de cerrar una para noviembre», asegura. Una agenda completa que teme cualquier cancelación por las consecuencias que conlleva. De hecho, para evitar estas prácticas que perjudican a los establecimientos, en algunos restaurantes de la ciudad ya se ha impuesto una fianza en la reserva.
«Nosotros aún no nos lo hemos planteado pero no es algo descabellado», explica. Se trata de reservas muy numerosas que además de pérdidas económicas supone rechazar a otros clientes interesados. «Reservan para treinta e igual se presentan dieciocho», lamenta Morgan.
La anécdota de El Bardo está recién salida del horno, y nunca mejor dicho. Hace apenas unos días, Morgan se encontraba con una peculiar forma de hacer una reserva. Dos chicas se acercaban al establecimiento con la idea de cuadrar una hora para comer en el restaurante salmantino. «Me explican que querían venir a comer y me preguntan una vez aquí si me enviaban un correo electrónico», explica asombrado. «Les dije estáis aquí, cojo mi libreta y el boli y te apunto ahora mismo», comenta. Una anécdota que se suma a un extenso recopilatorio de recuerdos. «Cuando me jubile, escribiré un libro», bromea.
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