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El cierre de negocios de toda la vida por el cambio de uso de los edificios que los albergan es la última vuelta de tuerca en la progresiva conversión del centro de Salamanca al uso turístico. Un cambio que no sólo muta a negocios de la rama turística edificios, muchos de ellos protegidos, sino que priva de establecimientos con encanto y característicos a la ciudad, que pierde parte de su identidad diferencial.
El caso más reciente es el de la Librería Galatea, la última de la calle Libreros, una de las imprescindibles para los visitantes. A unos pasos de la fachada rica de la Universidad, llevaba cerca de tres décadas dedicada a la compra y venta de libros antiguos, pero tendrá que cesar en su negocio de manera inmediata, este próximo día 10 de abril, por lo que está en liquidación.
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El motivo es el cambio de propiedad del edificio. Según explica su titular, Begoña Ripoll, le llegó una carta certificada de parte de la propiedad de la calle Libreros, nº 28, donde se me comunicaba oficialmente que el precioso edificio donde está Galatea va a ser vendido y que debía desocuparlo en apenas dos meses. Está anunciado por 770.000 euros, «sin inquilinos» y es probable que acabe siendo apartamentos turísticos.
Nada ha impedido que el edificio, protegido y catalogado, pierda el uso que se le ha estado dando, a la espera de saber a qué se dedicará a partir de ahora una vez cierre la librería. Se trata de una construcción de 1611, estilo protobarroco en sillería de piedra franca, obra de Pedro Gutiérrez y Juan Núñez. De propiedad privada, es un edificio de primer nivel por su calidad constructiva al estar integrado en la apertura y construcción del Patio de Escuelas por la Universidad a comienzos del siglo XVII.
Algo similar ha ocurrido con el edificio que acoge Huebra, una tienda clásica de antiguedades que también cierra, en su caso, por jubilación de su titular. Se encuentra en el número 4 de la calle San Pablo, a pocos pasos de la plaza del Peso y con la Plaza Mayor prácticamete a la vista.
El edificio, fechado en 1905, está catalogado y protegido por las normas municipales. Obra de Cecilio González Domingo, se enmarca en el eclecticismo y es, sin duda, un edificio singular del primer tramo de esta calle. Destaca por la sillería de piedra franca en planta baja, los revocos con despieces almohadillados, la jerarquización de plantas, graduando molduraje y desarrollo de balconadas.
El edificio es de propiedad privada y se encuentra en buen estado general, cuenta con tres plantas y un ático, con una planta baja de 180 metros cuadrados para el comercio y un almacén en el primer sótano.
Por último, una rehabilitación dudosa, que ha pintado de amarillo intenso una fachada que da a la plaza del Corrillo, ha servido para eliminar un clásico rótulo de una sastrería que llevaba instalado en uno de sus balcones. La puesta al día ha supuesto su desaparición cundo se está haciendo un intento por conservar estos carteles.
Se trata de una construcción datada según el catálogo de edificios protegidos en el siglo XIX como ejemplo de arquitectura doméstica en el centro histórico. El edificio, destinado a viviendas y local, ha estado ocupado por un negocio de venta de embutidos, una peluquería y una sastrería.
No son los únicos edificios protegidos y notables que dejarán de albergar actividades tradicionales para pasarse a otros usos. En la Isla de la Rúa se va a reformar un edificio protegido de casi un siglo que ha albergado otras actividades, como una agencia y un negocio de recuerdos, para convertirse en restaurante, un hotel de tamaño mediano y apartamentos turísticos.
Según su ficha del catálogo de edificaciones protegidas, su construcción está fechada en torno a 1930; su estilo corresponde a la transición entre historicismos y racionalismo. Ronda los 400 metros cuadrados de superficie total repartida en el bajo, tres plantas, un ático y un sótano. Según su ficha, es obligatorio mantener su fachada y elementos originales, lo que ha obligado a someter el proyecto a consideración de la comisión territorial de patrimonio, que ha hecho algunas observaciones.
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Algo parecido ha ocurrido con lo que fue uno de los restaurantes más poulares de Salamanca, el 'Poney Pisador', en la plaza de San Juan Bautista. El edificio que lo albergó durante años ha sido demolido por completo en su interior, algo permitido a pesar de estar en el catálogo de edificios protegidos, pero con un nivel bajo.
El edificio afectado es una modesta construcción en lo que fue una de las zonas de ocio nocturno más clásicas en los años '90 y primeros del siglo XXI en el entorno de la plaza de San Juan Bautista y su iglesia.
El edificio está fechado entre 1886 y finales del siglo XIX. Consta de dos cuerpos, una parte en sillería de piedra franca y otro de ladrillo prensado, y en su construcción participó el prestigioso arquitecto José Secall, en colaboración con otros. Su estilo es un catálogo de arquitecturas y organizaciones compositivas diversas.
También fue muy conocido el bar La Rayuela, en la misma Rúa Mayor, que ahora tiene su continuación en Londres con un negocio del mismo nombre. En el edificio se han estado construyendo apartamentos turísticos, conservando la fachada, tras aprobarse un proyecto para la conversión. No va a quedar nada de su recuerdo, salvo la fachada, fechada en comienzos del siglo XX con lo que se conservará un edificio que caracteriza la Rúa Mayor y que, al menos, dejará de ser un solar vacío.
Un edificio art-deco que era una residencia (y albergó la librería Cervantes), una construcción racionalista, otras dos en el entorno de Pozo Amarillo, una fachada de arquitecto renombrado en el entorno de la Gran Vía... los edificios protegidos que se pasan al turismo en Salamanca son multitud y también contribuyen a la pérdida de originalidad.
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